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miércoles, 6 de junio de 2012

Del dialogo con una gargola



En la ciudad parisina
la luna se esconde
y el cielo llora.

Princesas vigilan esquinas,
en sus casas los condes,
y en la iglesia alguien ora.

En su tejado una figura
escudriña con sus ojos
la siniestra ciudad.


Al pasar por esta cuna
de fe, un gorgoteo se oyó:
-Tus versos cuidas,


sangras por aquella 
a la que amas
y mueres si la ves.


-Es lo que siento por ella,
espero que un día la calma
lejos de mi me lleve.


Y desde entonces, una gárgola
en la catedral de Nuestra Señora,
con simpatía sonríe.


Sonríe pues conoce la ola
que acabará con mi hora.
Dijo: -Hasta entonces, vive.




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