Seguidores

miércoles, 6 de junio de 2012

De cómo tejió un sueño






A la hora en que las brujas,
todas juntas,
toman el te,
en su alcoba apareció él.
Entre el ruido diurno 
de las calles, el turno
de guardias en sus aposentos tuvo lugar, ceremonioso y lento.
Tras la ventana
una muchacha de tez clara, y en su frente
mares de tinta vio esparcirse.
Sin dudarlo siquiera
entró por la ventana y cerró la puerta.
A prisa recorrió la alcoba 
con la vista; entre cosas,
sin valor; propias de la realeza
se encontraba su alteza.
No era su alteza, sino
la futura reina de este rincón
tétrico del teatro clásico
y del propio Edipo.
Se acerco, poco a poco,
con delicadeza colgó
en su interior
cualquier resquicio de odio.
Se poso a su lado. Apartó, con una mano
el pelo de la oreja
y, con voz limpia y serena
recitó una dulce nana;
una de esas baladas
de cuna.
Y se durmió acunada por la luna.
Al empezar la segunda nana, un crujido, 
un paso indeciso,
y un roto silencio.
Una humilde doncella
desde la puerta, atenta,
prepara un grito;
pero él apeló al silencio.
Extiende las alas,
se acerca hacia la ventana; en el suelo una pluma
y ella dormida en los brazos de la luna.
A la mañana siguiente
los soldados buscan impacientes,
las doncellas preguntas a brujas, y la princesa busca a aquel que tenga otra pluma.


No hay comentarios:

Publicar un comentario