Recorriendo los paisajes nocturnos
que almacené, a granel, con la idea
de poder visitar en las serenas
noches de luna llena sobre cielo oscuro.
Confieso imaginar extraños personajes
merodeando por las oscuras calles que
la ventana nos permite ver
agazapados tras el juego de faroles
y sombras proyectadas. Confieso haber
divagado entre hechos, recuerdos y tormentas;
admirar los truenos morir antes estrellas.
Confieso haber entablado, por escrito,
un pacto con mis diablos, a la espera
de reducir mis noches en vela, en
pos de un sueño por el que esperé
milenios. Tomé declaración ciertas
noches a lágrimas suicidas, que surcaron
mis escarpados pómulos consumidos
en busca de un final con peligro
de precipitarse hacia el pasado.
Consumí la permanencia de la luna
contando heridas, escribiendo salidas,
enterrando fantasmas, planeando huidas
para evitar mis confesiones nocturnas.
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