He de confesar que, a veces,
evito mirar a mi alrededor
dejando que mi mente con voz
tenue indague sobre el presente.
Mientras, mi mirada perdida
derrocha imaginación
acallando a mi razón,
pues siempre buscó la salida.
Siempre cargado con los fantasmas
que acompañan en este viaje,
aunque su compañía no añade
placer, sino mortíferas palabras
que envenenan mi sino.
Con la mirada puesta
en el pasado, apestan
las huellas que imprimo
en vuestras vidas.
Tachado de egocéntrico
por escribir sin mérito
dolores sin curativa.
Y es cierto, porque no sé aun
cómo, entre diástoles, escribiré
sobre vosotras. ¿Después?
Anclaros al pasado en un baúl
de los recuerdos que procuro
no abrir para no descubrir
si mejoré mi felicidad sin salir
con los desastres de mi futuro.
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